Estaba este pastor, jovencísimo, gritando sálmos y sentencias bíblicas a través de un micrófono inhalámbrico en la Plaza de Armas.
De pronto, desde una de las esquinas, la policía venía persiguiendo a un hombre. Ni éste ni el pastor se vieron. Chocaron. El pastor cayó. El hombre trastabilló, pero pudo recuperar el equilibrio y continuó corriendo.
El pastorcito, desorientado y desde el suelo, gritaba eufórico: "Agárrenlón al conchasumare... ¡Agarrenlón!".
1 comentario:
Muy buen desenlace!!!! Que mejor que la última frase para ver lo insustancial que es su discurso...
!!La iglesia que ilumina, es la que arde conchetum...!!
Besos vida
Te amo.
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