miércoles, 4 de noviembre de 2009

SILENCIO COTIDIANO



Qué cosa, che. Con treinta y un años de edad, yo todavía no me habitúo para nada a usar celulares. Soy demasiado tosco, yo creo. Cuando puedo los compro o me los regalan. Sea por una o por otra cuestión, lo importante es que tampoco me duran: O los pierdo en cualquier lugar y de las formas más estúpidas o, simplemente, me los roban. Bueno, ésto último suele también pasarme muy seguido. Supongo que no me percato del peligro. Tal vez, entre muchos ejemplos que mis amigos pueden contar, vaya parado en el colectivo a la hora pico de la ciudad pensando en... Nada. Mejor digamos que pienso en nada. Noto levemente que la gente a mi alrededor comienza a alejarse pero no le doy mayor importancia. Al bajar en mi parada, y luego de unos cuantos minutos, sino horas, me percato que alguien me chafó o la billetera o el celular o ambas a la vez. Luego de meditar cómo pudo haberme pasado -o me lo esclarifica Martita, mi novia- caigo en la cuenta que la gente se corría porque habían comprendido que entre nosotros había un punga, un cogotero, a punto de ejecutar magistralmente su trabajo. ¿Por qué nadie dice ni hace nada en esos casos? No importa ahora. Ese es otro tema...

Pero qué cosa. Yo, aquí, trabajando y pensando en cómo me aburro en ciertos días -como hoy, que no entró nadie al negocio-, y veo a este hombre, podría decir a este anciano que aún está lejos del consabido deterioro humano al que todos llegamos algún día; veo a este hombre viejito, decía, muy orondo tomándose un café con su amigo, un poco menor que él, y los dos no paran de hablar por celular.
Uno contesta una llamada y ya el otro desenfunda el suyo en busca de algún mensaje que, tal vez, no haya oído en vibrador. Al rato, al notar que el otro no corta, y de la nada, marca un número. Habla mirando al piso - su amigo también, pero cada cual en direcciones diferentes- y, sin razón aparente, comienza a levantar la voz. Luego corta, o se le corta la comunicación; esto no podría afirmarlo pues la expresión de su rostro es ambigua. Su amigo escribe un mensaje ahora. El anciano le habla mientras el otro escribe y, puedo suponer, le cuenta cosas celuleriles como "¿A vos te parece, estos aparatejos?" o "Yo no entiendo para que me insistió que tenga uno de estos cuando casi no podemos escucharnos ni hablar". Su amigo, levantando la mirada apenas un poquito, le responde "Ajá..." y sigue en lo suyo.

Claudia, la mesera pelirroja tan bonita y dulce -si Martita leyera esto me mataría, por eso no lo publico-, se acerca a la mesa. Al parecer el viejito la llamó y yo me perdí el gesto. Claudia se agacha para oír mejor lo que éste hombre le dice y yo pienso cómo puede ser que hable tan bajito ahora. Ella se va y al cabo de unos minutos, entre los cuales sólo se oye silencio entre los amigos, vuelve a la mesa y deja la cuenta en un platito de porcelana blanca y de forma rectangular.
El viejito y su amigo no articulan ninguna palabra, pero se pelean gestualmente. Uno debe decirle "Dejá, no te hagás drama, pago yo". El otro le responde, entonces, "ni se te ocurra, la otra vez también pagaste vos. Ahora me toca a mí". El viejito, deteniendo con su manecita arrugada el movimiento del brazo de su amigo, quien se predispone a sacar su billetera de simil cuero de color negro, lo mira y le sonríe, por lo que se debe comprender un tajante "Dejá, Mauricio - o José o Víctor Manuel, qué sé yo-, la próxima y la próxima pagás vos, ¿te parece?". El amigo del viejito desiste en silencio. Todo quedó clarísimo.

Lo que sí, ahora tengo la sensación de que debería seguirlos cuanto menos unos días para saber si, efectivamente, Mauricio - o cómo se llame- pagará los próximos tragos. Es decir, el próximo y el próximo, se entiende.

1 comentario:

Sil dijo...

Hola gracias por tu comentario en mi espacio prometo tirar data si entiendo la obra de Foucault, igual vos debes saber que hay un diccionario del tipo pa que lo entiendan supongo, yo no lo tengo, pero po ahi sirve.
Uf tenes tantos blog que no sabia donde escribir, el tercero de tu lista de blog me gusto mucho.
Y de este lo que puedo agregar es que detesto salir con amigos que esten pendientes del maldito telefono!
Saludos


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