viernes, 22 de agosto de 2008

UN CAMIÓN DE COLOR ROJO

Nunca me preguntaron por los recuerdos de mi infancia. Ni siquiera yo me lo pregunté, conscientemente, alguna vez. Sé que sufro una especie de anacronismo sostenido, por el cual me cuesta retener episodios de mi pasado. Tal vez sea por ello que mi vida pasa de largo sin tener la certeza de que el tiempo exista.
Yo jamás podría escribir mis “Memorias”. Pero no es menos cierto que existan dos o tres sucesos en mi vida que no podré olvidar con tanta facilidad. Ahora hablaré de uno de ellos, tal vez el más importante, y trataré de ser breve y conciso, tal como suelen ser los recuerdos.

Cuando yo nací, mi familia alquilaba un bonito departamento en el barrio de Florida. Allí viví apenas cinco años y tengo la impresión de haber sido feliz.
Cierta mañana apareció la dueña del lugar, totalmente fuera de sí, gritando que nos quería afuera, inmediatamente. Con ella estaban sus hijos. Ellos nos contaron que su madre estaba pasando por un mal momento porque su esposo la había abandonado por una mujer mucho más joven que ella. ¿Sufría aquella mujer un pico de estrés, un brote de locura? Sea como fuere, lo cierto es que nos quedamos en la calle.
Yo no sabía qué significaba aquello; apenas era un niño. Y tal vez haya sido esa la razón por la cual no lloré cuando me dijeron que haríamos un pequeño viaje.


Al otro día vi un camión enorme, de color rojo, estacionado en la puerta de casa. Entonces pensé que no me habían mentido, que realmente haríamos ese misterioso viaje. ¿Adónde iríamos? No lo sabía. ¿Me importaba? Puedo estar seguro que no. En ese momento me sentía excitadísimo: Los Jiménez nos iríamos lejos, todos juntos de paseo.
Por suerte mis padres tenían un terreno en la otra punta de Buenos Aires, donde estaban construyendo la casita de fin de semana. Al menos eso debería haber sido.
Antes de partir me preguntaron si quería ir en la cabina del camión. Acepté enseguida. Mi familia iba en un Dodge 1500 convertido en Taxi, con el que trabajaba mi padre. Nosotros debíamos seguirlo. Así atravesamos la ciudad de Norte a Sur. Lamentablemente, me quedé dormido ni bien dejamos Florida.
Al despertar vi una calle de tierra seca y caliente. Creo que era casi verano. Frente a mí había una casa de color blanco con jardín, dos árboles viejos y alambrado. Mi padre y mis hermanos bajaban los bártulos y los depositaban en el césped. Recuerdo notar un silencio extraño y pájaros trinando por todos lados.

Seguramente estaría algo dormido cuando mi madre tomó mi mano y me dijo que aquel era nuestro nuevo hogar, y que aquella ciudad se llamaba Burzaco.
Di un vistazo a mí alrededor. Allí estaba la casa, mi padre gritándole a mis hermanos, los hombres del camión y, particularmente, el camión de color rojo. Miré a mi madre, entonces, y le dije: “Mamá, yo quiero seguir viajando”.

No hay comentarios:


About Me

Mi foto
República Idependiente de Burzaco, Buenos Aires, Argentina
Creative Commons License
Esta obra es publicada
Powered By Blogger

Chusmas Agradables

Si llorar te hace maricón, no llorés. ¡Pero tu mujer no tiene la culpa!

Si llorar te hace maricón, no llorés. ¡Pero tu mujer no tiene la culpa!
¡No al abuso y violencia masculina hacia las mujeres!

Blog Archive

Artear Censura Tú Blog

Artear Censura Tú Blog
Arte Radiotelevisivo Argentino S.A., Grupo Klarín y Cia. Quieren Eliminar nuestra Libertad de Expresión

I hate 80's too

I hate 80's too
Fueron bien fomes!