lunes, 25 de agosto de 2008

LA VIDA, EN FIN...



Hablábamos sobre su curso de latín en su universidad. Estaba estudiando para un parcial y todavía le quedaba mucho camino y muy poco tiempo.
¿A quién le sirve aprender una lengua muerta?, me pregunta, me escribe, más allá del ande donde se abre la mar al abismo de la invisibilidad y donde los ojos contraen un placentero estrabismo.
Yo le respondo, le escribo, que a mí me encantaría aprenderla para poder leer textos antiguos en su lengua original, no más que para eso. Pero le reconozco que es imposible hacerlo en un curso de cuatro meses en la universidad donde al menos uno ve siete declinaciones en la primera clase.
Entonces me dice, o me escribe, ya no sé…

Ella: naaaa así nadie puede… terminas odiándolo
Yo: Tal cual! Y sigo… Como el sistema, o no? Te hacen crecer rápido, te obligan a aprender y aprehender un sinfín de cosas inútiles, en una cantidad de tiempo cortísimo, y así claro, te cansas de la vida…
Yo sigo escribiendo. Estoy en un algún tipo de trance. Mis dedos se aceleran en el teclado y por ello mismo equivoco las letras: olvido alguna, interpongo una delante de otra cuando el sentido es el inverso, o directamente escribo la palabra al revés. Mientras tanto me pregunta…
Ella: que estas rabiando??!!!
No puedo dejar de teclear y de equivocarme. Vuelvo atrás, corrijo, y vuelvo a corregir la pésima corrección.
Ella: jajajaj y asi se te va la misma
Al fin puedo darle a la tecla Enter. Pero sigo escribiendo. Mientras lo hago me pregunto por qué apreté la tecla. Soy un imbécil. También pienso que ya debería estar durmiendo. Toda la semana pasada y ésta llegando tarde al trabajo por quedarme dormido, indefenso, nulo.
Yo: y para cuando te sucede te das cuenta de que es una mierda vivir, ya te jubilaste y te empezás a dar cuenta de que ahora sí tenés el tiempo y la calma para hacer todo lo que siempre dijiste que ibas a hacer… Y ahí nomás te desganás porque ya sos un viejo de 65 años que no tiene el cuerpo, ni la fuerza, ni la belleza y ni siquiera la guita para hacer nada de lo que realmente has querido hacer durante toda tu vida. Qué bonito, ¿no?
Ella: el punto que a esas alturas te andas cagando solo y tienes
Alzheimer… te quedas sin recuerdos

Me quedo. Sentí una cachetada de repente. Pienso en lo que me dice. Me digo claro, eso es aberrante. ¿Sin recuerdos? No me importaría cagarme encima, no controlar ninguno de mis esfínteres, pero sí que me importaría si pierdo la memoria, los recuerdos… Entonces le contesto…
Yo: Sí, es cierto…. Y quedarse sin recuerdos y no respirar más es casi lo mismo. Es más, lo segundo sería más razonable.

No me lee, no me contesta, porque está pensando en lo que tiene para decirme. Yo me quedo quieto, calladito. De pronto siento cómo mi cuerpo sufre el frío de esta casa. Recuerdo, entonces, que ayer pensaba en que si no puedo comprar la estufa, ¿por qué carajo no traigo la que está en la habitación del fondo y la cambio? Empiezo a delirar en el vació de la mente, negra como la noche, estrellada y láctea, e intento descubrir en mi memoria si existe algún conocido que haya estudiado para gasista y que esté matriculado como para hacer el arreglo, el cambio de estufas…

Ella: terminas siendo un ente cualquiera… deambulando por un tiempo que ya no te pertenece

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